Todos tenemos claro, cristalino que las redes sociales son un entretenimiento donde pasamos bastante rato a cambio de ofrecer nuestros intereses a las marcas. También tenemos muy claro cómo la publicidad está presente dentro de ellas y que cada vez más personas intentan convencernos de que su filosofía, su información o sus recomendaciones son las que mejor nos vendrán.
En ese mundo hiperconectado, que ha cambiado la forma de establecer relaciones, de comunicarnos, de trabajar e incluso, de educar…sabemos que tenemos que poner controles, límites a los más pequeños y también a los adultos. Está claro que la pantalla es una extensión de nosotros mismos, sea a través del móvil, del ordenador o de la tableta…y yo me doy cuenta, de lo implementada que está en nuestras vidas, cuando dejo el teléfono encima del sofá me pongo a jugar con mi hija de 7 meses y deja a un lado sus juguetes para intentar alcanzar el móvil. O cuando vas a la tienda de juguetes y te encuentras con más de uno, de dos y de cinco tipos de juguetes que imitan al teléfono, ruidos, pantallas o incluso espejos que imitan pantallas…o de otros juegos que se completan con la descarga de aplicaciones dónde encontraremos más contenidos para ampliar el juguete o juego que vamos a comprar, no podemos ni plantearnos el prohibir o evitar su uso. Porque, y a pesar de que suene como una peli de dinosaurios, los móviles, la tecnología y las conexiones están aquí, no podemos ni debemos obviarlos.
Entonces, ¿qué mecanismos podemos poner en el tablero para que los más pequeños puedan aprender y crecer emocionalmente sin traumas ni deseos escondidos? Además de la obligación de los padres y tutores de educar y enseñarles a utilizar la tecnología, en el cole por ejemplo, también deben enseñar las ventajas de los móviles, que se utilicen más allá de un mero acceso a las redes sociales. Que les permita interactuar para aprender, para dialogar o para no perderse en la ciudad.
Entonces, además del control que podamos hacer desde casa, de nuestra obligación como padres de enseñarles a utilizar la tecnología, del complemento de utilizarla para el colegio…pero bueno, no seré yo quien diga cómo hay que hacer las cosas.
Desde hace tiempo se controla bastante la publicidad que tenemos o ponemos a disposición de lo más pequeños, plataformas como YouTube ya introdujeron hace tiempo límites para las marcas, por un lado para los productos y por otro lado, para los creadores de contenido, y para ello podemos ver las pautas fijadas en la propia plataforma. Ahora, es el Gobierno quién amplía los límites para las comunicaciones comerciales, o sea, la publicidad.
Ha decidido crear y cercar los límites de la publicidad en las redes sociales, y ha ampliado sobretodo quién NO PUEDE generar contenidos sobre qué. Más claro, ni deportistas, ni artistas, ni personalidad, ni profesionales de programas infantiles, ni madres o padres, ni educadores, ni personas de notoriedad pública, como por ejemplo, influencers, pueden hacer publicidad sobre ciertos alimentos y bebidas.
Y es que, al final cuando vemos redes sociales nos encontramos con todo tipo de personalidades o personajes públicos que enseñan sus lujosas y privilegiadas vidas, tomando bebidas azucaradas o disfrutando de snacks poco saludables…en definitiva de distintos hábitos que, podríamos afirmar, no son demasiado saludables.
La norma afectará a cinco categorías distintas, confitería, chocolate y azúcar, barritas o bebidas energéticas y coberturas, dulces y postres, zumos y helados. Aunque también pone en el punto de mira «los regalitos» que nos hacen otros productos o los sorteos y concursos de las marcas de toda la vida, así que productos como el huevo kinder o el paquetín de menú de comida rápida también son objeto de esta nueva ley, que aún no se ha aprobado, pero está en proceso de ella y, la verdad, que tiene muy buenos propósitos.
Cuando somos los mayores quiénes lo vemos, muchas veces, salivamos pensando, ufff esa chocolatina o ese lo que sea, lo engulliría ahora mismo, pues debemos imaginarnos, y bueno saber, que a lo más pequeños también les pasa, con la «pequeña diferencia» que ellos no piensan en que crearán hábitos poco saludables. Por si fuera poco, los hábitos que nos enseñan este tipo de personas en las redes sociales y los medios de comunicación, las marcas utilizan también a estos personajes para atraer la atención, crean menús personalizados por artistas o ediciones limitadas de ciertos alimentos o bebidas que, a largo plazo, podrían perjudicar a los más pequeños.
Así pues, y recapitulando un poco, debemos tener en cuenta que tenemos varios agentes implicados en el contenido que ven los más pequeños, por orden de importancia: Los padres, las normas y leyes que regulan y las propias plataformas, quiénes además contemplan y amplían con ejemplos o directrices cómo debe ser el contenido. Por último y no menos importante, no debemos olvidarnos del sentido común que nos dice que «hay tiempo para todo, deja el móvil a un lado para disfrutar de tiempo de calidad mientras comes por ejemplo, o utiliza el móvil un rato antes de la siesta…» en fin, todas esas cosas que pueden hacer que la tecnología sea para mejor.